Vivía en una vergüenza maldita
Vivía en la vergüenza, tan maldita,
empero de alma virginal y blanca…
Y si alguien era un mar, sería franca,
entonces era yo, así proscrita.
Mi tímido bañista, ni tú mismo
nadar a la ribera, sin constancia,
en mi ola de ternura y repugnancia
al borde yo te traje del abismo.
¡Qué hice! ¡Lo olvidé por este lío!
¡Te convertiste en pez azul tan triste!
Alimentado en mi agua, me abandonas.
Y todo el mar detrás de mi persiste,
repiten los océanos tras mío:
—¡Y tú, mi pobre niña, me perdonas!