Lluvia y jardín

En la ventana, como en un cuaderno
escrito en lengua extraña, voy tan quieta
con la mirada de una analfabeta.
Entiendo poco o nada del invierno,
jardín y lluvia escrito en mi libreta.
¿Y dónde está el jardín?, ¿y en cuál la lluvia?,
Indistinguible boda de elementos
que no los cambia el ojo en sus fragmentos,
unidos como cuando aún diluvia,
¡Tan abrazados!, como nubes, vientos.

Ignoran el colapso de la fruta
molidas en su abrazo coincidente,
¡Y todo el huerto bajo lluvia ardiente!,
¡Así la lluvia en el jardín transmuta!
Perecen la una en lo otro en lo confluente.

Me dejan decidir el sino gélido
aparecido en la región del norte…


¿Y cómo separar a los consortes,
para la breve hendidura de luz
dejando a un ave en pie en un orozuz,
volar la rama entre la lluvia y cortes?

En medio del combate y su refriega,
debía haberme en casa guarecida,
adonde estuve ayer a solas, huida.
El alma quiere y debe dar la brega,
sufrir de lluvias y jardín, perdida.

¿Compadecer las lluvias y jardines?,
¿Y qué sucede con mi casa?, ¿muerta?
¡Está ya todo muerto al fin!, ¿Mi huerta?
El orfanato es casa de mis fines,
la inclusa borrada del mundo, yerta.

Pedí la gran desgracia, más tan buena,
y no causase ni dolor o mal,
que las ventanas sin el daño tal
y no arrancadas sin piedad o pena,
que cosa de otros cuide como ardal.

La lluvia y mi jardín serán la nada,
se alejará de su volumen hielo,
la casa no estará pegada al suelo
y desterrando el cuerpo se degrada.
La lluvia y mi jardín verán mi cielo.

¿Tendré el espíritu tan orgulloso,
viviendo en la perrera de mendigo,
para evitar el juego que les digo?
¿Rompiendo el baile enorme y borrascoso
de la tormenta y mi jardín que ligo?

¿Acaso no es ya la hora de lo frío,
de dar el paso al árbol y lo oscuro,
lugares olvidados que conjuro?,
inoportunamente así, lo mío,
viviendo como perro, me aventuro.

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