Anna Ivanova Chukhareva
La envidio, jóven Anna Chukhareva,…
delgada como esclava en la galera,
caliente como sierva del harén,
alumna de oro de su hermana infiel. —
Sudé mirando, cómo ardían juntas
las dos amaneceres sobre el Luga.
Su nombre fue llamarse como quiso,
su violación del rasgo y la frontera
al norte su poder ya le prometen,
así, su extremo sur es celidonia. —
De pronto, lilas persas arremeten.
Mi nombre con el suyo similares
miró con su sonrisa en una vez
igual que la ventisca de los hielos. —
¿Y qué caudal de cosas? ¿Qué desvelos?
¿llamarme como así tu me llamares?
La envidio joven, como a la tristeza,
y la caída, pero en mi cabeza,
en esta palma, ya hasta el sufrimiento,
le envidio la hora en que insistió en la cita
y dos amaneceres sobre el Luga.
Y como la campana, viejo el peso,
llamadas con sonidos de profeta,
ya sea por la voz o por el timbre,
radiada estrella, que el tumor me drena
el bulto indescriptible que consume,
estas canciones que me son etéreas.
Entre raíces yo la envidio, joven,
la pobre esclava del castigo y cielo. —
oh, cuando yo era rica acaudalada,
¿y qué me gusta de lo que me queda?
Mas sé que viene ajuste de las cuentas,
y no será el destino, sino de ella.