Cielo y estrellas
Sereno cielo en la tarde,
distantes son las estrellas,
y claras como alegría infantil.
Y ni siquiera ya puedo pensar:
Estrellas, son tan serenas y claras
brillantes, como mi felicidad.
¿Y como triste te muestras?
La gente preguntará…
— amable gente, por eso soy triste,
por las estrellas y el cielo,
y yo, tan solo una chica…
La gente envidia entre sí,
en cambio yo envidio solo a los cielos,
a las estrellas hermosas y al cielo,
desearía ocupar su lugar.
Este poema lo escribí cuando estaba en mi segundo año de la universidad. Tenía 17 años, en ese tiempo pude graduarme como licenciada en Filología, exteriormente aparentaba mucha normalidad. En la comunidad académica no había espacio para abrir la válvula del volcán de sentimientos que poseía, creía que yo era muy diferente a las demás personas y me encerré en un mutismo insano. Soñaba despierta. Mi mundo interior era tan rico y diverso que pensaba que sería incomprendida por los que estaban cerca. Así fue como solo pude abrir la puerta de mi propia alma en la poesía, confiando en el papel mis pensamientos y sentimientos más íntimos.
Me sentía profundamente infeliz. Intentaba en vano encontrar las razones de tal estado de ánimo y siempre llegaba a la conclusión de que mi naturaleza era la culpable de todo, suponía que era capaz de sentir incluso lo que otros no pueden hacer. Por eso, admirando el cielo nocturno estrellado, me asombraba de su serenidad y calma. Recordaba los felices años de infancia que pasé en el hogar de mis padres, cuando la vida parecía estar llena de descubrimientos y eventos asombrosos. Por eso, dirigiéndome a mi silencioso interlocutor, exclamé: «¡Oh, las estrellas, son tan claras como mi felicidad!».
Estaba tratando de entender por qué yo me sentía tan infeliz, pero para esto debía admitir a mí misma mucho de manera honesta y directa. Aún no era capaz de hacer esto, por lo que me convencí de que todos mis problemas ocurren solo porque era una muchacha, una simple humana.
Las estrellas silenciosas y frías en el cielo negro no pueden sentir ni sufrir, están desprovistas de emociones. Era mucho más difícil para una persona en este sentido, porque no puede permanecer indiferente cuando le duele el alma. A pesar de mi corta edad, ya había experimentado la pena al máximo, cuando me convertí en huérfana en mi pre adolescencia. El dolor de perderlo todo era otra razón por la que no podía simplemente admirar el cielo estrellado y disfrutar de una noche estrellada perfecta en mi silencio.
Nunca perdí el sentido de reconocer la belleza y apreciaba lo hermoso e impecable que es este mundo. Sin embargo, el aspecto estético no me interesaba, es por ese motivo que solo lo armé con versos de 8 y 11 sílabas sin rima, en cambio, me llamaba la atención sobre todo los rasgos más desagradables e insidiosos de la naturaleza humana. «Las personas se envidian entre sí», enfatizando que quería tomar el lugar de mi estrella celestial para salvarme de esa angustia mental.
Este es un audio que grabó la niña Irina Doblas.