Observo que la vida es frágil, ¡qué inestable!.
¿Cómo no darse cuenta que ya no es necesario,
que no ha llegado el tiempo de impaciencia culpable,
y ver que aún hay plazo para frenar su osario?
Antes tenía miedo, prisa. Más hoy, yo existo,
pero, ¿yo volveré?, ¿y seré otra vez?
Alguien ya me mandó su vela por lo visto,
por el vano sentido de noche y su avidez.
Por más inteligente que algún astuto fuera
no será tan despierto, pensaba. Y la nieve,
se derrumbó en mi puerta, quedando de esa era
el gesto, la tensión del dedo medio en relieve.
Leeré lo obtenido, y aunque aburrida, más
sin compasión alguna, yo los perdonaré…
aquellos que son jóvenes, por siempre los querrás.
Y entonces yo también fui joven, recordé.
Se fue, se apresuró alejándose pronto.
Un alud de certezas simples se aferra al alma.
El camino consciente ya elegido, lo afronto,
y ahora no depende de mí el laurel o palma.
Ese momento y tiempo llegará en su navío:
y su significado será inesperado,
felicidad o cúspide, o el dolor y el vacío,
Me queda la vejez, el resto se ha gastado.
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