La visita de ayer

Llegó ella valiendo la pena.
Con quince veranos sonriendo,
— y ¿cuál es tu edad? — le pregunto:
— serán en agosto mis quince…

— Trapecio de pómulos, codos,
rodillas, soberbia torpeza,
melena en deshechas coletas

Y todo es asombro en la niña:
proeza delgada y sus ojos
brillante mirada, un prodigio,
su frente profunda anhelante.

Conozco las frentes obscuras
las noches de estudio y cuadernos.

Al rato, me dijo que nadie
la entiende en su casa en el campo
sus quince veranos a solas,
sus años de versos y huertas.

Ya ¡déjalo fuera!, le dije,
lo sé, mi poeta, lo sé.
Llorando la niña y su frente
su cara en las manos tan tristes.

Hermosa de llanto enojado
amable y sombría muchacha
tan ávida busca el dolor.

Y yo, disfrutando el espejo
recuerdo mis horas de estar
de cuánto es el tiempo de atrás,
estoy recordando mi tiempo.

Discúlpame niña, si pienso:
— Encuentra tus huellas sin prisa,
conoce tu encanto y tu fuerza,
vigila tu risa y la dicha
que lo otro lo sé mi poeta,
andado y caído lo sé.

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